domingo, 4 de marzo de 2012

Cántico, de Jorge Guillén

Yo no soy muy aficionada a la poesía: he leído algunos libros, pero me cuesta entenderla y disfrutarla tanto como la prosa. Supongo que es la falta de costumbre: una se tiene que hacer al ritmo, y al vocabulario, y al estilo del poeta. Para leer poesía hay que concentrarse y pensar, y no tener prisa.





He simultaneado la lectura de Cántico con los libros protagonistas de las dos entradas anteriores y con el que será protagonista de la entrada siguiente. No porque el libro sea largo: he leído la edición del año 1936 que tiene 125 poemas, si no porque su lectura no es nada fácil. Jorge Guillén, integrante de la Generación del 27, escribe poesía pura, caracterizada por su densidad y por la falta de verbos en los versos. Éstos son cortos pero intensos, donde cada palabra debe ser leída con atención, porque no hay nada superfluo y porque ninguna de ellas sobra. Guillén hace de la sencillez un arte, y escribe poemas aparentemente sencillos detrás de los cuales se esconde un gran trabajo para eliminar todo lo que le sobra al lenguaje. Sus poemas hay que leerlos varias veces para disfrutarlos, y para poder comprender la esencia de lo que nos cuenta.

Jorge Guillén fue un importante crítico literario y comenzó a publicar poesía relativamente tarde. Cántico reúne su obra poética desde el año 1928. El autor concibe su obra como un todo, por lo que Cántico es reeditado varias veces para ampliarlo con los poemas que Guillén escribe tras su primera publicación. En la obra, dividida en cinco partes, resalta el optimismo de un autor que reconoce que „el mundo está bien hecho“. En su obra Clamor sí introduce elementos negativos, pero en Cántico, el libro que nos ocupa, sólo deja espacio para lo bonito y lo admirable de la naturaleza en la que vivimos. Describe el amanecer, los ríos, los bosques, el mar, las luces y las sombras, y todo lo hace con admiración por lo sencillo pero a la vez grandioso que nos rodea, y con unos ojos que parecen los de un niño, porque todo lo ve maravilloso y loable. Los ojos de alguien que tiene tiempo para bajarse del mundo y observar.

Recomendable para quien vive demasiado rápido, para quien no se para en los detalles, para los que olvidan la belleza de lo sencillo y lo natural. Para los que viven lejos del campo y de la costa. Para quien no haya visto nunca el amanecer, o no haya escuchado nunca el mar. Para quien necesite que le recuerden que la rutina de cada día tiene también cosas maravillosas: sólo hay que aprender a buscarlas, a encontrarlas y a valorarlas. Para quien no se desanime cuando lee un libro que cuesta acabar.


Ratita de laboratorio

1 comentario:

  1. De Cántico, que también me encantó, destacaría que aparte de hablar de la naturaleza, Guillén también canta a la belleza de los paisajes de ciudad: las luces, la gente, el cielo contemplado desde un edificio alto... Como dices, en uno de sus poemas afirma que "el mundo está bien hecho" y eso lo abarca todo: ve maravilloso el simple hecho de despertarse, el "ser" de los objetos y de sí mismo... le impresiona estar vivo, ser uno entre muchos otros, como dice en otro poema. También son preciosos los poemas sobre el amor, también diseccionado hasta el límite, hasta su esencia, hasta el hecho sin más de dos cuerpos respirando juntos. Y lo ve todo tan "bien hecho", que hasta en el poema en el que habla de la muerte señala a ésta como algo inevitable, pero sin miedo, sin lamentos... Me pareció un libro impresionante, nunca he leído nada igual... Y bueno, lo bueno de la poesía es que dice casi siempre cosas nuevas al releerla. Lo importante es lanzarse y leer sin miedo. No hay que entenderlo todo.

    ResponderEliminar