martes, 29 de mayo de 2018

Hijo de ladrón, de Manuel Rojas


Hijo de ladrón fue el regalo de un amigo, y ha resultado ser un gran descubrimiento. Es considerada la mejor novela chilena del s. XX, y yo no la conocía. Comparada con El túnel o el gran Pedro Páramo, la empecé con ganas, pero su lectura (durante un periodo algo convulso) se ha visto interrumpida demasiadas veces. Aún así es una obra muy recomendable, y espero continuar en un futuro la lectura de la saga de Aniceto Hevia, que consta de tres tomos más.



Manuel Rojas publicó Hijo de ladrón en 1951. Rojas era anarquista, y un autor autodidacta que dejó de ir a la escuela siendo un nino. Ejerció muchos oficios antes de poder dedicarse a la escritura. Su obra, por su estilo innovador con saltos en el tiempo y monólogos interiores, revolucionó la literatura chilena y se diferenció del realismo imperante en la época.

Manuel Rojas (wikipedia)
La principal peculiaridad de Hijo de ladrón es su estructura narrativa o, más exactamente, su línea temporal. El libro comienza con Aniceto saliendo de la cárcel, momento a partir del cual recuerda su vida. Como él mismo afirma, sus recuerdos son confusos y desordenados, y así se presentan en el libro, sin seguir un orden preciso. Por ello la lectura requiere concentración y constancia: el estilo es fácil de seguir, pero hay que fijarse y retener los detalles, para ubicar rápido a Aniceto en cada capítulo: en Buenos Aires, los Andes o en Valparaíso.

En el argumento los rasgos autobiográficos son abundantes: las ciudades en las que vive Aniceto y muchos de los personajes secundarios están inspirados en la realidad. Aniceto y el mundo en el que vive nos revela una realidad paralela: por un lado, durante su infancia las diferencias de su familia con la sociedad "normal" son mínimas, a pesar del empleo de su padre. Por otro lado, cuando Aniceto abandona el hogar, descubre la clandestinidad y la cárcel, la pobreza, las huelgas, pero también la amistad. En ese contexto vamos descubriendo al verdadero Aniceto, a su mismo ritmo: un hombre que acepta su "parte de culpa" en el mundo, pero que no es sumiso.

Descubrir autores por sorpresa de tal calibre me hace preguntarme cuánto no me estaré perdiendo en el mundo de los libros. Al terminar de leerlo recuperé las ganas dormidas de seguir leyendo. Si os animáis, hacedlo con Cátedra: su prólogo os ayudará a entenderlo.

Ratita de laboratorio

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