Este libro me lo recomendó mi padre. En mi afán por leer sobre el período de entreguerras en Europa, tropecé con Zweig y decidí ponerlo en mi lista de lecturas pendientes. Es uno de esos libros que algunos dicen que “hay que leer” y, además, mi padre me animó cuando me dijo que a veces uno no sabía si hablaba de lo que pasó hace décadas o del año pasado, como cuando habla de la prosperidad previa a la Primera Guerra Mundial, de la locura de la inflación o de la desinhibición y el culto a la juventud en los años 20. Así que lo empecé hace un par de semanas, con ánimo de hacer como Zweig y leer en el presente los signos que vaticinan un posible cambio en la política mundial.
Stefan Zweig murió antes de ver publicada su obra. Exiliado en Brasil y convencido de que Hitler y el nazismo
terminarían ganando la Segunda Guerra Mundial, se suicidó en 1942 junto a su
mujer. Autor afamado en su tiempo, europeísta convencido y defensor a ultranza
de la libertad individual, su obra fue prohibida en Alemania por su condición de
judío. Al ver los avances del nazismo en su Austria natal, se marchó a vivir a
Londres, desde donde viajó a América para quedarse tras el inicio de la guerra. Ojalá no se hubiera suicidado: ya mayor, habría vivido lo
suficiente para recuperar su fe en la humanidad, y no lo bastante para volver a
perderla.
El Mundo de Ayer
no es una autobiografía sino, como el mismo autor escribe, la biografía de su
generación, ya que Zweig describe el tiempo en el que vive y las circunstancias
históricas, políticas y culturales que le rodean sin detenerse demasiado en los
detalles personales. Zweig nació en Viena, en el seno de una familia judía
acomodada. En los primeros capítulos del libro Zweig describe la seguridad, la
prosperidad y la fe en el progreso y en la humanidad que reinaban a su
alrededor en los últimos años del Imperio Austro-Húngaro. Por eso fue un golpe
el comienzo de la Primera Guerra Mundial, que vino a tirar por tierra todos esos
sentimientos de su juventud que, quizá, eran demasiado ingenuos.
Zweig, un hombre con dinero, dedicó sus años de Universidad
y los posteriores a viajar y conocer a gente importante en el mundo de la
cultura, escribió obras propias pero, sobre todo, tradujo a autores amigos de
otros países europeos. Zweig era un hombre cosmopolita que conoció lo que era
viajar a la India sin necesidad de un pasaporte, que hablaba muchos idiomas,
que leía sin cesar y que se hizo famoso por su trabajo literario. Conoció a muchísima gente importante: políticos, pintores, escritores,
etc. con muchos de los cuales entabló una relación de amistad. Vivió las dos
Guerras Mundiales, pero también el período de entreguerras, cuando parecía que
por fin, tras la pobreza y la inflación, evolucionaba de nuevo la cultura y la
prosperidad, aunque la política no volviera nunca a vivir períodos de
estabilidad.
Os recomiendo El Mundo
de Ayer si os gusta la historia porque aprenderéis sobre una época muy interesante y sobre el punto de vista de un burgués, judío, que se vio atropellado por los acontecimientos. A veces puede resultar un poco pesado de
leer, sobre todo los capítulos en los que Zweig habla de personas que no conocemos, por falta de cultura o porque no pasaron a la posteridad como Zweig creía. A cambio hay otros muy interesantes, como el prefacio, el que
habla de la escuela en Austria o del sexo en su juventud, y los finales,
donde habla de la inflación en Alemania y Austria y del nacimiento del nazismo.
Al leer esta obra, uno se pregunta qué escribiría si le
tocara describir la historia de su propia generación. Mi generación también creció imaginando un futuro que no se ha
hecho realidad. No se trata de que nos vaya mal, sino de que los planes a
largo plazo han desaparecido de nuestros mapas, porque un buen día una crisis
provocada por otros se cruzó en nuestro camino, y uno sabe cómo está hoy pero
no cómo (o dónde) estará mañana. Por fortuna, aún estamos a tiempo de enderezar
nuestros futuros, y ojalá y recordemos estos años como el inicio de una nueva
era que hizo posible crear un mundo mejor.
Os dejo por ello unas frases del libro, del primer capítulo,
donde Zweig compara la generación de sus padres (que vivían tranquilos y
seguros en Austria, sin temor a grandes vaivenes en sus vidas) y la suya, que
creció en esa seguridad pero que después nunca más volvió a experimentar un
período largo de tranquilidad. Para que sepamos, como él (salvando las
distancias), darle un valor positivo a las crisis que nos han tocado vivir,
para que no perdamos nunca, como él, la fe en la humanidad:
“Tuvo más suerte la
generación de mis padres y abuelos, que llevó una vida tranquila, llana y clara
de principio a fin. Sin embargo, no sé si los envidio por ello. Porque, ¡cómo
vegetaban lejos de todas las amarguras verdaderas, de las perfidias y las
fuerzas del destino! ¡Cómo vivían al margen de todas las crisis y los problemas
que oprimen el corazón, pero a la vez lo ensanchan! (…) Ni siquiera en sus
noches más negras podían soñar hasta qué punto puede ser peligroso el hombre,
pero tampoco cuánta fuerza tiene para vencer peligros y superar pruebas.”
Ratita de laboratorio
Estoy leyendo el libro de Zweig ahora y sí, parece que el infierno que se inauguró en 1914 no tiene visos de terminar... Bueno tu artículo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Anónimo! Sí, todo lo que cuenta Zweig suena demasiado cercano. Disfruta del libro, por aquí esperamos tu comentario.
EliminarUn abrazo!