
Hace tiempo leí un
artículo sobre la libertad de expresión y la censura, desde uno
mismo o desde fuera (política o religiosa), y supe que Salman
Rushdie fue condenado a muerte a través de una fatwa del imán iraní
Jomeiní por escribir
Los versos satánicos. Me pareció que su
lectura podía complementar mi último proyecto del 2015 (que
terminaré ya en 2016) y lo leí para conocer de primera mano esas
blasfemias y juzgar, no sólo si había motivos para la ofensa, sino
si esa ofensa era justificada para alcanzar un objetivo mayor. Admito
que me ha gustado, que me he reído bastante, pero que también hay
algo de ofensa innecesaria.